Dr. Roberto Javier Torres Bronfield: Que triunfe la vida

que triunfe la vida 2Roberto Javier Torres Bronfield habla con las pausas que a veces no puede hacer en su diarismo. Pone las comas y los puntos al diálogo. Tal vez siente que la entrevista es de los escasos momentos en que puede permitirse tomar un respiro entre las paredes del Puesto Médico Territorial de Tropas de Guantánamo, donde desde hace algunos meses lucha por frustrar los intentos de la COVID-19 de transformar vidas en cifras fatídicas.

Roberto Javier Torres Bronfield encuentra en el agradecimiento de los recuperados el aliento que impulsa su labor.“Ya había tenido contacto con casos positivos al virus en la sala de Vigilancia Respiratoria del Hospital General Docente Agostinho Neto. Ante el aumento de contagios en la provincia comienzo aquí, donde inicialmente se atendían sospechosos, y luego ingresaron portadores de la enfermedad. Tratamos fundamentalmente los de alto riesgo, sobre todo, a quienes padecen de enfermedades pulmonares, hipertensos, diabéticos, ancianos”, explica el galeno.

En el diarismo de este joven se mezclan muchas labores. El seguimiento constante a cada paciente marca la rutina en una de las salas de la cual es jefe en el mencionado hospital. Pero la cotidianidad va un poco más allá, luchar contra una pandemia lleva intrínsecas muchas responsabilidades de las que él no escapa.

“También nos toca brindar apoyo psicológico, pues el propio aislamiento trae alteraciones en la esfera afectiva, y tenemos que brindarle confianza al paciente, para que salga recuperado del virus, y con un grado de bienestar emocional adecuado.

“A ello se suma en mi caso como jefe de sala la labor administrativa, solicitar los medicamentos necesarios, velar por que se cumpla el cambio de la ropa de cama, así como el traslado de esos recursos, que debe realizarse en recipientes seguros, cumpliendo protocolos”, añade Torres Bronfield.

La COVID-19 es traicionera, silenciosamente se apodera de los cuerpos, a veces ni los síntomas la delatan, pero la medicación con que se combate produce efectos no deseados. Evitar que tras esas manifestaciones haya caprichosas complicaciones de la enfermedad, supone una vigilancia estricta, y a ritmo de relojes hay compromisos marcados.

“Aquí pasamos visita a los pacientes cada cuatro horas, chequeamos la presión arterial, temperatura, si tienen alguna dificultad respiratoria, revisamos los signos vitales. Es muy importante ser certeros en la búsqueda de sintomatologías”.

“Independientemente de que el país trabaja para que la población sepa las características de la enfermedad, cuando las personas ingresan les explicamos cómo podría manifestarse y también sobre esos efectos no deseados de la medicación como el escalofrío, la fiebre o dolores articulares, debido, por ejemplo, a la administración del HeberFerón.

Cualquier complicación de un paciente allí genera un repentino cambio en el ambiente. Son momentos en el que el tiempo se vuelve oro, cada acción en tan solo segundos define si la vida cruza o no esa frontera que la separa de la muerte. “Son situaciones que uno nunca quiere que sucedan”, afirma Roberto Javier, pero cuando se dan hay que actuar y explica:

“Una persona puede complicarse en cuestión de minutos u horas. Lo hemos visto principalmente con el tromboembolismo pulmonar, que se produce por el taponamiento de una parte del territorio arterial pulmonar. Ello genera un cuadro de disnea intensa, de hipotensión arterial, de taquicardia. Entonces hay que accionar rápido para estabilizarlo y trasladarlo al Hospital Dr. Agostinho Neto, son momentos muy tensos.”

Sorpresa del destino

La de Roberto pudo ser una historia similar a la de la mayoría de los médicos cubanos que hoy luchan contra la COVID 19 bajo el anonimato de nasobucos y vestuarios que los alejan del contagio. Pero la pandemia, tan impredecible en su acecho, conspiró con el destino para marcar la experiencia del galeno:

“Mi mamá comenzó con fiebre y secreción nasal. Le oriento que vaya al Cuerpo de Guardia de Respiratorio del policlínico del Caribe. Allí le hacen un test rápido al que resultó positiva, y la trasladan al centro de aislamiento de la Universidad de Guantánamo. Manteníamos la esperanza de que el PCR diera negativo, pero no fue así”.

“En ese momento uno se queda en blanco, al saber que una persona muy amada, a quien incluso no veía hace rato para cuidarla, se contagió. Por ser ella hipertensa, mayor de 60 años, operada de un adenocarcinoma, la trasladaron hacía acá. Fue una paciente sintomática, aunque su estancia aquí transcurrió sin complicaciones. En alrededor de ocho días ya el PCR dio negativo”.

Luego Roberto supo que las lágrimas bañaron el rostro de su madre en el trayecto hacia casa, debido a la emoción por sentirse liberada del virus. Fue eso, y tal vez la mezcla de orgullo en sus recuerdos, por saber que su hijo también fue parte de la cura.

Una pregunta se cuela en la conversación con el médico:

-¿Te sacó alguna lágrima también a ti ese momento?

-“Una lágrima y algo más”, responde él ahora con una sonrisa cómplice de la seguridad y satisfacción por saber que ese momento de tensión quedó en el pasado, con una victoria de la cual es parte.

Fue una situación compleja que pudiera tocar a cualquier otro especialista de la Salud, pero él afirma que en su caso varias cuestiones lo ayudaron y reconoce hay elementos esenciales para enfrentar una experiencia así.

“Lo primero es no perder la calma. Resultó vital el apoyo de todo el personal que trabaja conmigo. Otro factor importante es no dejarse llevar por la pasión y respetar los protocolos, el trabajo en equipo también fue determinante”.

Son tiempos difíciles, convivir a diario entre una pandemia parece algo normal en fotografías, pantallas de la televisión, redes sociales, pero saber que entre los silencios del virus la muerte puede esconder su más calculadoras y sorpresivas intenciones, revela el reto y la responsabilidad que cargan todos los que se baten cara a cara contra el SARS-CoV-2. Ellos aguantan mucho más que eso.

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El trabajo en equipo es clave en el enfrentamiento a la COVID-19.

 

“Es duro mantenerte alejado de todo lo que amas, de la familia, los amigos, de muchas muestras de cariño. Aparte de todo eso, vivir constantemente con el extremo cuidado para no contagiarse y también evitar enfermar a otros”, afirma.

En el hospital un libro atesora en palabras y firmas el agradecimiento de muchos de quienes salen de allí recuperados, que prefieren dejar esas letras como alimento al espíritu de quienes batallaron junto a ellos. Pero los recuerdos son más ricos, pues se llevan también los aplausos de despedida del personal del centro, esos que dejan en la memoria los ecos del triunfo de la vida.

Fuente: Periódico Venceremos

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